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Puebla, Mexico
Reunimos historias escritas de la memoria de las almas que han pisado tierras poblanas. Si quieres compartir algún recuerdo por la ciudad de Puebla te invitamos a hacerlo al correo memoriadepuebla@gmail.com Dulce Jurado y María Eugenia Jiménez Melo autoras del proyecto

sábado, 6 de noviembre de 2010

¿ERA UN TEMBLOR?

Era un día caluroso de Junio. Me encontraba lejos del centro de la ciudad de los ángeles, pero desde que el día había iniciado, ya tenía entre mis planes visitar esas calles coloniales tan bellas y que tantos recuerdos me traen siempre.
De modo que, decidí comer ahí. Tomé el microbuis de la ruta 29, que me llevó del suroeste de la ciudad hasta las calles del centro, la 4 sur y 11 oriente, para ser exactos.
Pensé en comer algo rápido, ya que llevaba mi cámara y quería tomar el mayor tiempo posible para capturar varias imágenes.
Caminé hasta la calle Reforma, y decidí comer en el restaurante transnacional del coronel Sanders, ese lugar donde te sirven un pseudo-pollo. 
Aquel establecimiento estaba casi lleno, me tocó una mesita individual muy cerca de la caja. 
De repente, sentí una especie de mareo que me recordó a los temblores que sentí en la década de los 80, cuando era sólo un niño. De manera casi instintiva, me levanté de la mesa y volteé hacia la ventana, como buscando evidencia que me hiciera estar seguro de que era un temblor, o un simple y extraño mareo.
Por instantes creí lo segundo, ya que nadie en el restaurante tuvo ningún tipo de reacción. Pero, en la acera de enfrente, puede notar como un antiguo portón empezaba a temblar como si alguien se estuviera columpiando en él. 
¿Quién podría lograr mover de esa manera un portón de madera de casi 4 metros de alto? Era la señal de que un sismo estaba ocurriendo. 
Transcurrieron escasos segundos de todos estos pensamientos, cuando la mayoría de las personas salieron corriendo del lugar.
El temblor fué impresionante; ya en la calle podía escuchar gritos y llantas de autos derrapándose, la verdad es que entré en shok.
Cuando puede retomar la lucidéz, fue imprsionante dirigir la vista hacia lo largo de la calle Reforma y ver a sólo escasos metros de ahí, una enorme cortina de polvo y escombro.
Mi reacción fue retirarme del lugar hacia mi casa. En el recorrido rumbo a la esquina del microbus, observé desconsolado cómo pedazos enteros de la iglesia de la Compañía (donde está el Carolino) se encontraban en el piso, además de la histeria colectiva.
Ese día pude sentir un tremendo nudo en la garganta porque sentía que Puebla lloraba, que estaba herida y que necesitaba de todos para salir adelante y recuperarse de tan terrible sismo.

Esa es, pues, es la vivencia más intensa que me ha tocado experimentar en las calles del centro de la ciudad angelina.


Alex Zamora en Ríos

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