Tomaba un curso de lenguaje de señas, los sábados, en un lugar cerca del centro, cuando en una ocasión ya no nos pudieron prestar el salón y nos fuimos al zócalo a tomar clases, al principio, la gente nos veía con curiosidad… Al pasar los meses, la pena de ser observados había desaparecido, el ambiente en clase era siempre divertido, nos reíamos de los errores que llegábamos a tener, eso nos animaba a seguir practicando; entre dinámicas, señas, cuentos, mímicas, gesticulación e interpretación, convivios, se dio la difusión de lenguaje de señas y las personas que pasaban se interesaba en aprender y se integraban a la clase, así fue creciendo el grupo, formándose así, los niveles básico, intermedio y avanzado. Los compañer@s (amas de casa, estudiantes, profesionistas y demás personas que se interesabsa en aprender el lenguaje de señas) y l@s maestr@: Janet, Gigi, Laura y Tona (Estudiantes de Educación Especial) e Israel (un español, no oyente, que estudia en Puebla), aprendimos y llegamos tener lazos de amistad.
Fby.
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