CHOLULA
Siempre ha sido para
mí un lugar de laxitud.
Cuando estudiaba
Artes solía escaparme a San Cristóbal Tepontla , andaba por los caminos
polvorientos entre las casitas despintadas y la vegetación, visitaba la Iglesia
derruida y subía a lo alto del cerro persiguiendo al atardecer y capturando la
imagen en mi memoria.
Para apreciar el sol
escondiéndose detrás del volcán, no hay mejor lugar que en la cúspide de la
pirámide… ¿Cuántos atardeceres maravillosos no he disfrutado ahí? Esa sensación
de libertad, la promesa de un nuevo día, el viento ondeando mi cabello y la
magia de esa paleta de colores cálidos y azules.
Entonces recuerdo
aquél día, llegué corriendo para escuchar el concierto de campanas, subir como
un bólido la pirámide, finalmente llego y me siento transportada a otra
dimensión, con toda ésas notas del repiqueteo de campanas. ¡Fantástico!
Tratando de entender la melodía, el tiempo, tal vez no hay compás. Al finalizar
el concierto desciende hacia el centro pero es difícil discernir el camino ,
pues todo está obscuro sólo me guían las luces centellantes de las velas lo
cual me provoca sentirme como en el pasado. El ambiente es íntimo y festivo y
finalmente disfrutar del pan de fiesta y chocolate frío, los fuegos
artificiales y la alegría de la gente.
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Cholula
será siempre un lugar especial en mi corazón.